En el acto de la colocación de la primera piedra del Instituto "La Salle" en esta ciudad, el general Torrellas Urquiola dijo: "Edificar, cuando otros tienden a destruir, es tanto como haber resuelto de modo admirable el problema de ser buenos y de ser útiles; es haber avanzado muchas jornadas en e¡ concepto de civilizadores y es por último llegar, y estar llegando, por ]a fuerza de nuestra voluntad y por la voluntad de nuestra fuerza, a la propia cima donde culmina, y es soberano el ideal". Y si traigo a colación estos conceptos del notable exmandatario larense, es por que pienso que podrían aplicarse a aquellos que tras rudas faenas, transformaron las antiguas ruinas de San Juan en un templo hermoso, que hoy es adorno y vida espiritual de esa gran zona barquisimetana.
Sin duda que para aceptar sin titubeos esto de que levantar una iglesia es civilizar, no precisa estar imbuidos en un inveterado sentimiento religioso. Todos los esfuerzos del hombre son dirigidos a lograr su perfeccionamiento y conquistar la felicidad, y para ello necesita i, del trabajo, la ciencia, la religión y el arte. De estas cuatro entidades salen distintas directrices, que englobadas en un círculo único, llevan al ente humanala fórmula mágica para satisfacer su ansia eterna.
Desde luego que han llovido las críticas muchas de ellas razonables, sobre estas instituciones que persiguen un ideal de superación: pero fuerza es reconocer que el error de unos cuantos, cuando de religión se trata, no puede repercutir en la integridad de una doctrina, —la cristiana por ejemplo— que lucha por una organización social más comprensiva y humana, así como la venalidad de un juez no autoriza para negar 'las condiciones equitativas que tratan de imponer las leyes, ni las engañifas del charlatán pueden opacar las conquistas de la ciencia, laboriosa y altruista.
Para los que llevamos dentro un profundo sentimiento de barquisimetanidad, resulta placentero que los Padres Paúles, con la ayuda de particulares y la colaboración oficial, hayan logrado restaurar ese arcaico monumento tan íntimamente ligado a la tradición neosegovia-na. La iglesia de San Juan, lo mismo que la Paz, La Concepción, Altagracia y San José, fue destruida por el terremoto de 1812, cuya fuerza demoledora fue tremenda en nuestro pueblo. Sin embargo, hubo edificios que soportaron el empuje, tales la casa solariega de los Silveira y el antiguo Seminario, amplia casona que no quiso habitar el Obispo Alvarado por miedo a los espantos, y cuyos salones brindaron generoso albergue a la figura atormentada de Carlos Borges.
Si en su primera etapa fue víctima del sismo, en su segunda reedificado ya por el Padre Domínguez, el templo de San Juan fue detenido en su reconstrucción por uno de nuestros retozos democráticos, en este caso, la guerra de la Revolución Federal. Y allí quedó la mole que muchos conocimos, sin 'capiteles ni ábsides, pero desafiante y hermosa, cual si intuyera en su sabiduría de piedra, que para ella vendrían tiempos mejores.
Por cierto que para los que integramos la muchachada colegial de 1917, las ruinas de San Juan quedaron enraizadas muy hondo en el recuerdo. Todos los jueves en la tarde íbamos al amplio terreno circundante (hoy Plaza "González Pacheco") a practicar topografía llevando de ductor al Hno. Arístides, hombre sabio y artista, que con igual maestría resolvía un hondo problema algebraico o pintaba preciosas acuarelas. No siempre, sin embargo, la tarea terminaba normalmente, pues las reses que llevaban al sacrificio en el cercano matadero, adivinando su trágico destino, se lanzaban sobre aquel vasto espacio en fuga precipitada y agresiva. Y era de ver a los topógrafos en ciernes, abandonar violentamente teodolitos, miras y cadenas, para alcanzar tras maratón vertiginoso, las ruinas salvadoras, por cuyas aristas ascendían con habilidad de alpinistas. Milagros que realiza en todas partes la juventud, porque para eso están los músculos tensos y el corazón alegre.
Es cierto que el templo de San Juan está íntimamente ligado a la tradición neo-segoviana. Ya nos han hablado de ésto Silva-Uzcátegui y el Hermano Nectario. A propósito de la devoción que los antiguos barquisimetanos tenían a la imagen de San Juan, el primero escribe: "Una monja de Trujillo envió al Vicario de esta ciudad, Pbro. Dr. Felipe del Prado, en 1790, poco más o menos, una novena y una estampa de la imagen de San Juan de los Lagos. Unas indias libres, de apellido Prieto, que vivían en Barquisimeto, hicieron copiar en una tabla dicha estampa y era tanta la devoción que tenían por esta imagen, que cedieron el terreno para que en él se fabricara una capilla. Después de muchas diligencias y formalidades para tener la licencia eclesiástica, fue esta conseguida y edificada la capilla y bendecida solemnemente el 26 de diciembre de 1798.”
Al terminar estas notas vernáculas pensamos que en la actualidad es oportuno levantar sitios donde se hable de confraternidad y de perdón, ya que el soplo caótico que se esparce sobre el mundo, nos hace intuir que marchamos hacia futuras sendas de exterminio.
(Tomado de la Revista del Estado Lara, facilitada por el Sr. José Nemesio Godoy))
Sin duda que para aceptar sin titubeos esto de que levantar una iglesia es civilizar, no precisa estar imbuidos en un inveterado sentimiento religioso. Todos los esfuerzos del hombre son dirigidos a lograr su perfeccionamiento y conquistar la felicidad, y para ello necesita i, del trabajo, la ciencia, la religión y el arte. De estas cuatro entidades salen distintas directrices, que englobadas en un círculo único, llevan al ente humanala fórmula mágica para satisfacer su ansia eterna.
Desde luego que han llovido las críticas muchas de ellas razonables, sobre estas instituciones que persiguen un ideal de superación: pero fuerza es reconocer que el error de unos cuantos, cuando de religión se trata, no puede repercutir en la integridad de una doctrina, —la cristiana por ejemplo— que lucha por una organización social más comprensiva y humana, así como la venalidad de un juez no autoriza para negar 'las condiciones equitativas que tratan de imponer las leyes, ni las engañifas del charlatán pueden opacar las conquistas de la ciencia, laboriosa y altruista.
Para los que llevamos dentro un profundo sentimiento de barquisimetanidad, resulta placentero que los Padres Paúles, con la ayuda de particulares y la colaboración oficial, hayan logrado restaurar ese arcaico monumento tan íntimamente ligado a la tradición neosegovia-na. La iglesia de San Juan, lo mismo que la Paz, La Concepción, Altagracia y San José, fue destruida por el terremoto de 1812, cuya fuerza demoledora fue tremenda en nuestro pueblo. Sin embargo, hubo edificios que soportaron el empuje, tales la casa solariega de los Silveira y el antiguo Seminario, amplia casona que no quiso habitar el Obispo Alvarado por miedo a los espantos, y cuyos salones brindaron generoso albergue a la figura atormentada de Carlos Borges.
Si en su primera etapa fue víctima del sismo, en su segunda reedificado ya por el Padre Domínguez, el templo de San Juan fue detenido en su reconstrucción por uno de nuestros retozos democráticos, en este caso, la guerra de la Revolución Federal. Y allí quedó la mole que muchos conocimos, sin 'capiteles ni ábsides, pero desafiante y hermosa, cual si intuyera en su sabiduría de piedra, que para ella vendrían tiempos mejores.
Por cierto que para los que integramos la muchachada colegial de 1917, las ruinas de San Juan quedaron enraizadas muy hondo en el recuerdo. Todos los jueves en la tarde íbamos al amplio terreno circundante (hoy Plaza "González Pacheco") a practicar topografía llevando de ductor al Hno. Arístides, hombre sabio y artista, que con igual maestría resolvía un hondo problema algebraico o pintaba preciosas acuarelas. No siempre, sin embargo, la tarea terminaba normalmente, pues las reses que llevaban al sacrificio en el cercano matadero, adivinando su trágico destino, se lanzaban sobre aquel vasto espacio en fuga precipitada y agresiva. Y era de ver a los topógrafos en ciernes, abandonar violentamente teodolitos, miras y cadenas, para alcanzar tras maratón vertiginoso, las ruinas salvadoras, por cuyas aristas ascendían con habilidad de alpinistas. Milagros que realiza en todas partes la juventud, porque para eso están los músculos tensos y el corazón alegre.
Es cierto que el templo de San Juan está íntimamente ligado a la tradición neo-segoviana. Ya nos han hablado de ésto Silva-Uzcátegui y el Hermano Nectario. A propósito de la devoción que los antiguos barquisimetanos tenían a la imagen de San Juan, el primero escribe: "Una monja de Trujillo envió al Vicario de esta ciudad, Pbro. Dr. Felipe del Prado, en 1790, poco más o menos, una novena y una estampa de la imagen de San Juan de los Lagos. Unas indias libres, de apellido Prieto, que vivían en Barquisimeto, hicieron copiar en una tabla dicha estampa y era tanta la devoción que tenían por esta imagen, que cedieron el terreno para que en él se fabricara una capilla. Después de muchas diligencias y formalidades para tener la licencia eclesiástica, fue esta conseguida y edificada la capilla y bendecida solemnemente el 26 de diciembre de 1798.”
Al terminar estas notas vernáculas pensamos que en la actualidad es oportuno levantar sitios donde se hable de confraternidad y de perdón, ya que el soplo caótico que se esparce sobre el mundo, nos hace intuir que marchamos hacia futuras sendas de exterminio.
(Tomado de la Revista del Estado Lara, facilitada por el Sr. José Nemesio Godoy))
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