domingo, 11 de octubre de 2009

DR. DAVID ANZOLA: EL TEMPLO SAN JUAN, facilitado por el Sr. José Nemesio Godoy

En el acto de la colocación de la pri­mera piedra del Instituto "La Salle" en esta ciudad, el general Torrellas Urquiola dijo: "Edificar, cuando otros tienden a destruir, es tanto como haber resuelto de modo admirable el problema de ser buenos y de ser útiles; es haber avanza­do muchas jornadas en e¡ concepto de civilizadores y es por último llegar, y estar llegando, por ]a fuerza de nuestra voluntad y por la voluntad de nuestra fuerza, a la propia cima donde culmina, y es soberano el ideal". Y si traigo a co­lación estos conceptos del notable ex­mandatario larense, es por que pienso que podrían aplicarse a aquellos que tras rudas faenas, transformaron las anti­guas ruinas de San Juan en un templo hermoso, que hoy es adorno y vida espi­ritual de esa gran zona barquisimetana.
Sin duda que para aceptar sin titu­beos esto de que levantar una iglesia es civilizar, no precisa estar imbuidos en un inveterado sentimiento religioso. To­dos los esfuerzos del hombre son dirigidos a lograr su perfeccionamiento y conquistar la felicidad, y para ello necesita i, del trabajo, la ciencia, la religión y el arte. De estas cuatro entidades salen distintas directrices, que englobadas en un círculo único, llevan al ente humanala fórmula mágica para satisfacer su ansia eterna.
Desde luego que han llovido las críti­cas muchas de ellas razonables, sobre estas instituciones que persiguen un ideal de superación: pero fuerza es re­conocer que el error de unos cuantos, cuando de religión se trata, no puede re­percutir en la integridad de una doctri­na, —la cristiana por ejemplo— que lu­cha por una organización social más comprensiva y humana, así como la ve­nalidad de un juez no autoriza para ne­gar 'las condiciones equitativas que tra­tan de imponer las leyes, ni las engañi­fas del charlatán pueden opacar las con­quistas de la ciencia, laboriosa y al­truista.
Para los que llevamos dentro un pro­fundo sentimiento de barquisimetanidad, resulta placentero que los Padres Paúles, con la ayuda de particulares y la cola­boración oficial, hayan logrado restau­rar ese arcaico monumento tan íntima­mente ligado a la tradición neosegovia-na. La iglesia de San Juan, lo mismo que la Paz, La Concepción, Altagracia y San José, fue destruida por el terremoto de 1812, cuya fuerza demoledora fue tre­menda en nuestro pueblo. Sin embargo, hubo edificios que soportaron el empuje, tales la casa solariega de los Silveira y el antiguo Seminario, amplia casona que no quiso habitar el Obispo Alvarado por miedo a los espantos, y cuyos salones brindaron generoso albergue a la figura atormentada de Carlos Borges.
Si en su primera etapa fue víctima del sismo, en su segunda reedificado ya por el Padre Domínguez, el templo de San Juan fue detenido en su reconstrucción por uno de nuestros retozos democráti­cos, en este caso, la guerra de la Re­volución Federal. Y allí quedó la mole que muchos conocimos, sin 'capiteles ni ábsides, pero desafiante y hermosa, cual si intuyera en su sabiduría de pie­dra, que para ella vendrían tiempos me­jores.
Por cierto que para los que integramos la muchachada colegial de 1917, las rui­nas de San Juan quedaron enraizadas muy hondo en el recuerdo. Todos los jueves en la tarde íbamos al amplio te­rreno circundante (hoy Plaza "Gonzá­lez Pacheco") a practicar topografía llevando de ductor al Hno. Arístides, hombre sabio y artista, que con igual maestría resolvía un hondo problema algebraico o pintaba preciosas acuarelas. No siempre, sin embargo, la tarea ter­minaba normalmente, pues las reses que llevaban al sacrificio en el cercano ma­tadero, adivinando su trágico destino, se lanzaban sobre aquel vasto espacio en fuga precipitada y agresiva. Y era de ver a los topógrafos en ciernes, abando­nar violentamente teodolitos, miras y cadenas, para alcanzar tras maratón ver­tiginoso, las ruinas salvadoras, por cu­yas aristas ascendían con habilidad de alpinistas. Milagros que realiza en to­das partes la juventud, porque para eso están los músculos tensos y el corazón alegre.
Es cierto que el templo de San Juan está íntimamente ligado a la tradición neo-segoviana. Ya nos han hablado de ésto Silva-Uzcátegui y el Hermano Nec­tario. A propósito de la devoción que los antiguos barquisimetanos tenían a la imagen de San Juan, el primero es­cribe: "Una monja de Trujillo envió al Vicario de esta ciudad, Pbro. Dr. Felipe del Prado, en 1790, poco más o menos, una novena y una estampa de la ima­gen de San Juan de los Lagos. Unas in­dias libres, de apellido Prieto, que vivían en Barquisimeto, hicieron copiar en una tabla dicha estampa y era tanta la de­voción que tenían por esta imagen, que cedieron el terreno para que en él se fabricara una capilla. Después de muchas diligencias y formalidades para tener la licencia eclesiástica, fue esta conse­guida y edificada la capilla y bendecida solemnemente el 26 de diciembre de 1798.”
Al terminar estas notas vernáculas pensamos que en la actualidad es opor­tuno levantar sitios donde se hable de confraternidad y de perdón, ya que el soplo caótico que se esparce sobre el mundo, nos hace intuir que marchamos hacia futuras sendas de exterminio.
(Tomado de la Revista del Estado Lara, facilitada por el Sr. José Nemesio Godoy))

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