domingo, 11 de octubre de 2009

EL DÍA DEL ÁRBOL, EN OCTUBRE.

Hoy, 11 de Octubre, las misas se desarrollaron con relativa normalidad. Sin embargo una tragedia logró conjurarse. Ya comenzada la misa de 9 se oye un ruido literalmente desgarrador. Uno de los troncos de un árbol de la plaza se desgaja y queda sujeto del tendido eléctrico. Un puesto de manzanas se salva de ser destruido, el puesto y quizás también el frutero. Para quienes vamos a misa por profesión o devoción, la Providencia evita una desgracia, conocida la afluencia del mercado dominical. Realmente la coincidencia tiene visos de teoincidencia (incidencia divina). Pero la salvación es momentánea. El tronco puede terminar de desprenderse del principal y llevarse guayas y cables, con el peligro de traumatismo, electrocucción y vida para cualquier peatón. Durante la misa de 11, después de varias llamadas de muchas personas a muchos Organismos, la Compañía Eléctrica ENELBAR se hace cargo de remover la amenaza.
Pero eso no es todo: un hombre, con toda la facha de indigente, sino adicto, entra con su ropa raída, rostro de campo de concentración, un maletón y, obvio, desaseado. Ante tal situación yo lo sigo con la mirada, sea para prevenir a la feligresía, llamar a la policía, pedir que se aseguren las carteras o esperar que haga mofa a lo largo de la celebración. Se acerca a la imagen de la Virgen Milagrosa, jurunga las flores, saca tres claveles rojos y se los lleva a su puesto, al final de la Iglesia. Sorpresivamente se los entrega a una señora de unos treinta años, sentada presumiblemente a lado de su esposo. El esposo, gracias a Dios, no reacciona, pues en ese caso mejor era no reaccionar. No sé si la mujer recibió las flores. Supongo que sí. El indigente sigue la celebración y, después de unos minutos, se retira. El momento más difícil fue, por supuesto, no reirme.
Pbro. Alfonso Maldonado

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